El pregón de ese año estuvo cargado de polémica. Mientras para unos el acto fue muy original, para otros fue un simple mamarracho.
El poeta subió al entarimado de la plaza de San Antonio vestido de Mefistófeles. El escritor arrancó las risas de los asistentes durante los primeros compases , pero a medida que avanzaba el acto, el público comenzó a impacientarse ante el toque surrealista con el que estaba impregnado el pregón.