Memoria gráfica de los gaditanos

Cádiz

1950

Gómez Cardeña. Cocina

Juan Luis Jimenez Parada

La campiña utrerana, manantial y cuna del toro bravo en España, está a tiro de piedra de Sevilla, como solían decir aquellos labradores que se acercaban hasta la capital los días de festejos en los que la plaza de la Real Maestranza acogía carteles por los que muchos de ellos empeñaban hasta los colchones.En medio de este singular paraje sevillano, en alto y desde donde se divisan la laguna salada de Zarracatín y el Palmar de Troya, se encuentra «Gómez Cardeña», la finca que soñó Juan Belmonte para vivir y en la que acabó sus días el 8 de abril de 1962, a los 69 años, de un tiro. Una joya desconocida para la mayoría que guarda celosamente los recuerdos del Pasmo de Triana durante 30 años.Cortijo típicamente andaluz donde la cal —sazonada con el ocre de los poyetes— domina todos y cada uno de los edificios que se distribuyen a lo largo de su extensión, conservando ese aire que le imprimió uno de los más grandes toreros, exponente máximo junto con Joselito el Gallo de la «Edad de oro» del Toreo. Las primeras noticias de «Gómez Cardeña» datan del siglo XV. Le fue concedida en donadio a Guillén de las Casas, Veinticuatro de Sevilla y tesorero mayor de Andalucía. Pasó por diversas manos hasta que en 1934 Francisco de Borja de Silva y Fernández de Henestrosa, marqués de Zahara, se la vendió a Juan Belmonte. Tiene una extensión de 1.341 hectáreas. Entrar por las puertas de «Gómez Cardeña» es hacerlo en las entrañas de una parte indisoluble de la historia no sólo taurina sino de esta provincia. Hoy en día sus nietos, los Beca Belmonte, hijos de Blanca, y los Arango Belmonte, hijos de Yola, son los conservadores de estos muros, salones, habitaciones, plaza de tientas y jardines por los que Juan Belmonte paseó con personalidades como Sebastián Miranda, Ignacio Zuloaga, Gregorio Marañón, Mariano Benlliure, Ramón Pérez de Ayala, Edgar Neville… porque Belmonte no sólo no fue un torero al uso de la época sino que su vida trascendió más allá de los ruedos y se instaló en aquella Generación del 27 donde la cultura alcanzó su máxima expresión. «Gómez Cardeña», cincuenta y dos años después de la muerte del diestro sigue teniendo la misma entrada donde el nombre del cortijo, en letras cerámicas, ya indica el «santuario» que se está a punto de traspasar. Detrás de la puerta principal se extiende, a la izquierda y hacia adentro, un extraordinario jardín salpicado por frondosos árboles en los que destacan limoneros, olivos, granados, cipreses y palmeras; arbustos como laureles y adelfas y setos de romero que serpentean por el albero, que preside todo el conjunto exterior. © EL CONDE GITANO

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