No recuerdo el título, pero la portada era azul

DC
Por Pilar Vera
P robablemente, el de los libros sea el negocio más idealizado que existe. "Vente a probarlo", te contestará cualquiera que trabaje en una librería. A todos los anteriores lugares comunes (y más),del otro lado del mostrador hay que añadir el controlar títulos y existencias, arrastrar cajas, lo antipático que puede resultar el teléfono, lo antipático que puedes resultar tú, que los distribuidores también tienen sus días y el que, sobre todo, hay que maravillárselas por sobrevivir y resultar atractivos frente a una sociedad cada vez más visual, más inmediata, frente a Amazon, frente a los best-sellers en el supermercado. A todo eso se añade, en Cádiz, un índice de lectura por debajo del nacional y una de las zonas con menor ratio de librerías por habitantes. Así puesto, da vértigo.

"Era el libro que recomendaron en la tele en El Hormiguero, en Ana Rosa", del que hablaron la "otra noche en la radio, pero tenía mucho sueño y no llegué a apuntarlo"
"No sé el título, ni el autor, pero si me lo enseñas, te digo si es o no"

"Tenía forma de libro"

"¿Tienes este título pero barato? Porque es sólo para leerlo"
¿Qué hacer para sobrevivir? ¿Qué hacer -se supone- más allá de un aquelarre librero a Jeff Bezos? Pues -como en el cine, como en la música- la opción pasa por ofrecer algo que no puedas obtener en la pantalla. Si te empeñas en seguir siendo simplemente un despacho de producto, ya puedes ir echando la persiana. La clave es vender un algo más, presentar un concepto y defenderlo. ¿Cómo se consigue esto? Puedes tener la suerte de que el destino, la historia o la pasta te hayan premiado con un local o un emplazamiento sobrehumanos (por lo que son conocidísimas la Librería Dominica en Maastritch, Leaky´s en Inverness, Aqua Alta en Venecia, Lello en Oporto). Acudir a un espacio así es, en sí, un atractivo. Más allá de eso, ¿qué opciones quedan? Seguir haciendo que acudir a tu lugar sea un gancho convirtiéndola en rincón de encuentro, ya sea mediante la organización de distintos actos y presentaciones o apostando por el híbrido más popular: el café-librería. Un concepto que popularizó primero la cadena norteamericana Barnes & Nobles y que -siendo pragmáticos- promueve algo tan importante como la fidelización. En Cádiz, La Clandestina ha encontrado en esta fórmula su hueco y razón de ser. Otras opciones: frente al batiburrillo, la selección, la especialización. Los locales que van abriéndose, indican en CEGAL, siguen esta pauta; así ha ocurrido en Cádiz: La Clandestina tiene una selección basada en el ensayo, el feminismo y la literatura infantil; Paraíso apuesta por los títulos de ficción romántica y de thriller; mientras que la La ratonera se centra sobre todo en el género de misterio, fantasía y ciencia ficción, libros y álbumes infantiles y algo de cómic.

Mi hijo no lee, ¿qué le compro?
- No le recomiendes nada.
- Traémelo
- Deja por ahí, lo mismo: (El mapa del tiempo, Neverwhere, La princesa prometida, La ciudad enmascarada, Siempre hemos vivido en el castillo...)
Frente al precio y la inmediatez (las bazas de Amazon y grandes cadenas), las pequeñas librerías compiten con las armas que les quedan: cercanía y servicio. Por eso, abundan en su intento de ser refugio (lo que siempre han sido), de convertirse en pequeños universos de referencia. El cultivo de las redes sociales se convierte en fundamental, así como el desarrollo de pequeñas estrategias como bonos o carnés de clientes (La Clandestina, La Ratonera) o promociones en torno a eventos marcados, como la publicación de Fuego y sangre (no sólo los seguidores de Juego de Tronos están rezando para que George RR Martin termine la saga).
"Le quitaré el corazón, lo rellenaré de bourbon y la llamaré librera", dicen en uno de sus memes las Libreras Resoplantes. Las libreras son maravillosas. Los libreros/as/es son maravillosos. El año dedica un día a celebrar su empeño en que nuestras ciudades sean un poco menos grises. En que nosotros seamos un poco menos obtusos. Brindemos. Leamos. Resoplemos. Compremos libros.
Librerías en tiempo de cambio

1. LA BUENA VIDA La "librería de los Trueba" en Madrid ha recibido el último Premio a la Librería Cultural concedido por CEGAL. Fundada en 2007, fue reconocida por el jurado "por su identidad propia y personalidad, con una selección cuidada y variada, así como por su gran actividad cultural, implicación con los jóvenes y su importante labor de comunicación". La Buena Vida-Café ofrece una buena solución a su concepto de café-librería y destaca en su implicación con el público joven (programan una 'Zona reservada' semanal, con eventos y préstamos gratuitos de libros y revistas), suben vídeos y reseñas online y organizan presentaciones y clubes de lectura.

2. MR´s B. EMPORIUM (BATH) Morir de encanto. Si lo tendrá, que necesitaban 60.000 euros de crowdfunding para aumentar el local y perpetrar una zona especial de literatura infantil y los han conseguido. Además de los actos habituales, han logrado organizar tres grupos de lectura (cocina, ciencia-ficción, fantasía). Tienen consulta online abierta, subscripciones personalizadas de tres, seis y once meses y lotes de lectura sobre distintos temas. Pero merecen ovación y loa eterna por su idea del Spa de Libros: un sistema de regalo por el que te invitan a merendar (son ingleses), te sientan en un silloncito Chester y uno de los encargados charla contigo de tus gustos literarios y lecturas. Después de eso, llega con un montón de libros de los que puedes elegir hasta cubrir el montante. O más allá. Vicioso.

3.THE GOLDEN HARE (EDIMBURGO) Además de los encuentros habituales, tienen grupos de lectura y de escritura, y una sesión semanal de cuentos y manualidades para los críos. Sales por su puerta, y hay un paseo con árboles y río, en la ciudad y fuera de ella. Su página de pedidos funciona muy bien y cuentan con la opción de subscripciones: un título ciego de ficción o no ficción, alternando el tema cada mes (el de este diciembre, por ejemplo, es Onding: algo así como tormenta de nieve).

4.DESPERATE LITERATURE (MADRID) En la protohistoria, el local de Desperate Literature era un quiosco que vendía cromos de fútbol y pelotas de plástico. Durante años, fue una librería de segunda mano. Y, desde 2015, es Desperate Literature. ¿Puede existir el pedigrí en el mundo librero? Por supuesto que sí: los fundadores de Desperate Literature trabajaron en la famosa Shakespeare & Co. Y forman parte de un proyecto común con Atlantis, una de esas librerías que aparecen en las listas de las más bonitas del mundo. En un espacio tan pequeñito, la selección es puntillosa y letal.Trabajan como librería de segunda mano y tienen dos opciones de subscripción: Learner´s Guide on English Literature y The End of the World: the Desperate Literatura Guide to Dystopia.

5. LOS PORTADORES DE SUEÑOS (ZARAGOZA) La librería del sofá rojo, premio a la Librería Cultural en 2012: el galardón premió su "trabajo activo por la difusión de la lectura y los libros de la librería, tanto en el campo de la narrativa como en el de la literatura infantil y juvenil, creando un espacio especialmente atractivo que implica a todos los sectores del libro y de la sociedad civil de Zaragoza". Abrió en el centro de Zaragoza en 2004 y se ha convertido en símbolo y referente. "Nuestras señas de identidad -dicen- son un escaparate con una chaise longue roja llena de libros y una cuidada selección de títulos". Tiene una buena página de compras online y de selección de recomendaciones. Cuentan siempre con espacio para organizar exposiciones y, estos días, acaban de celebrar el encuentro Enfermos de Libros.

6. LIBRERÍA BERTRAND (LISBOA) Es la librería más antigua del mundo. Cuando abrió sus puertas, en 1732, no había vacunas, no había trenes. No había, por Dios, Mozart. Sobrevivió al terremoto de Lisboa. Para celebrar su 285 aniversario, abrió un café contiguo que pretende ser un homenaje a los libros: la carta está elaborada a partir de recetas de los libros que se venden en la magnífica librería, primando en sus productos la producción nacional (ya ven: bendición tras bendición). El negocio de la librería Bertrand han sobrevivido casi tres siglos y tienen sucursales por todo el país. Si ellos han sucumbido al café, por algo será.