12.169 km

Todos los años investigadores gaditanos de la UCA, el IHM
o el CSIC desarrollan distintos proyectos en la Antártida

Foto: Antonio Tovar

POR PILAR VERA

DIARIO DE CÁDIZ. Domingo 1 abr.

I sla Decepción tiene nombre evocador y forma de herradura. Está situada en un extremo de las Shetland del Sur, al borde del Círculo Polar Antártico. Tiene, también, pulso: “En un entorno con gran componente hidrotermal, el calentamiento del magma induce a procesos de expansión y comprensión –comenta Manuel Berrocoso–. Conocemos con bastante exactitud los mecanismos de cómo se comporta ese volcán, hasta tal punto de que podemos realizar pronósticos de meses”.

La Universidad de Cádiz está presente desde el año 2000 en el continente: “Incluso en los años de la crisis, que no existían convocatorias, seguimos viniendo con un encargo del Ministerio para no interrumpir las series temporales”, apunta Berrocoso. Las ciencias de la Tierra, si algo necesitan, es tiempo. El nombre de Manuel Berrocoso está ligado al inicio de las campañas antárticas, especialización que proseguiría ya dentro de la UCA, donde estableció el Laboratorio de Astronomía, Geodesia y Cartografía. Este año, Berrocoso ha coordinado a un equipo de cuatro personas: Belén Rosado Moscoso, Javier Benavente, Amos de Gil Martínez y Olga Luengo. “Ya deberían estar de vuelta, pero una avería en el Hespérides ha hecho que se retrasen un poco –comenta–. El año que viene, está previsto que vayamos más, porque no sólo haremos las series temporales sino que tenemos un proyecto nuevo, relativo a la tectónica, en otras zonas de la Península Antártica”.

Manuel Berrocoso en caleta Cierva, tierra de Graham.

Las técnicas y métodos empleadas por la UCA para estudiar la interacción entre el comportamiento volcánico y el tectónico en Isla Decepción se han trasladado ya, por ejemplo, al entorno volcánico de México y Nicaragua, y también al golfo de Cádiz: “Lo que nos interesa especialmente, por ser una zona muy sensible al componente tectónico”. Apunta Berrocoso que los investigadores de la UCA trabajan en las dos bases españolas: tanto en Gabriel de Castilla (Isla Decepción) como en la Juan Carlos I (Isla Livingston), ya que necesitan también parámetros de un entorno “normal”, no volcánico. Igual ocurre con los mareógrafos fondeados en el entorno de las islas, claves para registrar la variabilidad del mar asociada al cambio climático: “En algunas zonas, la pérdida de masa de hielo y de retroceso de los glaciares resulta más acusada que en otros, sobre todo, cuando ves fotos antiguas o de visión por satélite. En este sentido –continúa–, nuestras series todavía no son suficientes para arrojar conclusiones, pero se espera que en los estudios de los niveles del mar el aporte del deshielo sea mayor”.

Uno de los objetivos principales para los investigadores de la UCA es dejar en las islas un equipo que resista toda la invernada, tanto mareógrafos como estaciones geotérmicas: “La agresividad del entorno es bastante grande para todo el mundo, instrumentalización incluida –indica–. Sabemos lo que les puede pasar a los GPS y siempre llevamos algún repuesto más; con los ordenadores, igual: la arena es muy fina, se te mete en los equipos sin que te des cuenta y, cuando menos te lo esperas, no tienes ordenador”.

Bases científicas en la Antártida listadas por COMNAP

Temporada de verano

Operación anual

Océano

Antártico

Mar de

Escocia

ISLAS ORCADAS

DEL SUR

ISLAS

SHETLAND

DEL SUR

Tierra de la Reina Maud

Tierra de Endeby

Mar de

Paso de

Weddell

Drake

Tierra de Mac Robertson

Tierra de

Banquisa

de Ronne

Banquisa de Amery

Palmer

Mar de

O c é a n o

Bellingshausen

Tierra

Í n d i c o

de

Polo Sur

Isla Pedro I

Ellsworth

2.800 m.

Banquisa de

Shackleton

Tierra de Wilkes

O c é a n o

Tierra

Marie Byrd

Banquisa

P a c í f i c o

Mar de

de Ross

Amundsen

S u r

Mar de Ross

Tierra Adélie

Tierra Victoria

Círculo

Isla Scott

polar

antártico

ISLAS BALLENY

Océano

Proyección azimutal de área igual

Antártico

0

500

1.000 km.

ISLAS SHETLAND DEL SUR

ISLAS ORCADAS

DEL SUR

Tierra de la Reina Maud

Tierra de Endeby

Mar de

Weddell

Tierra de Mac Robertson

Banquisa

de Amery

Tierra de

Banquisa

de Ronne

Palmer

Mar de

Bellingshausen

Tierra

de

Polo Sur

Isla Pedro I

Ellsworth

2.800 m.

Banquisa de

Shackleton

Tierra de Wilkes

Tierra

Marie Byrd

Banquisa

Mar de

de Ross

Amundsen

Mar de Ross

Tierra Adélie

Tierra Victoria

Círculo

Isla Scott

polar

antártico

ISLAS BALLENY

Proyección azimutal de área igual

0

500

1.000 km.

ISLAS SHETLAND DEL SUR

Mar de

Weddell

Banquisa

de Amery

Banquisa

de Ronne

Banquisa de

Shackleton

Banquisa

de Ross

Mar de Ross

Círculo

polar

antártico

Proyección azimutal de área igual

1.000 km.

ISLAS SHETLAND DEL SUR

1.000 km.

Fuente: COMNAP, Instituto Polar Noruego. Imagen satélite: NASA (PROYECTO LIMA) Gráfico: J.Álvarez

La previsión, a más de doce mil kilómetros de casa y con los suministros contados, es clave. “La Unidad de Tecnología Marina (UTM) es el organismo dentro del CSIC encargado de proveer los materiales necesarios para cualquier proyecto aceptado –explica Antonio Tovar, del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía–. Aparte, te tienes que llevar recambios de lo que sea. Diez pipetas, porque si se te rompe una, ¿dónde encuentras otra?”.

Tovar ha estado en la Antártida dos veces y una en el Ártico, durante el Año Polar Internacional: “Fuimos de los primeros que pudimos certificar su deshielo total, con un trabajo cuyos resultados se siguen publicando”, comenta. El CSIC, con sede en Puerto Real, es otra de las instituciones gaditanas implicadas en la investigación en la Antártida. Antonio Tovar estudia las trazas de metales en el agua y explica –o más bien, yo traduzco– que la Antártida es un continente anémico: tiene una importante ausencia de hierro. Sin embargo, la presencia de este metal es esencial para el desarrollo de la vida: el kril, un pequeño molusco clave de la cadena trópica polar, cuenta con un altísimo aporte ferroso. En el CSIC fueron los primeros en teorizar –como luego se demostró– que el origen de este aporte podía ser volcánico. Las trazas de metal marcan también el nivel de contaminación en el agua –en un continente libre de impacto humano directo, ya se han encontrado restos de metales pesados–. Por la naturaleza específica de su investigación, durante las campañas antárticas, Antonio Tovar pasa la mayor parte del tiempo embarcado. “El equipo de muestreo es distinto al convencional. Y hay que alejarse del barco, porque los metales de la nave influyen en la saturación del agua”, apunta.

Investigadores de CSIC realizan una prospección. Foto ANTONIO TOVAR

“¿Cómo te lo explico? A mí me salen sabañones en las manos en los inviernos de Canarias y de Cádiz”. La injusticia poética existe: por eso, Tovar se ha visto recogiendo muestras de agua, a menudo sin las manoplas protectoras, subido a una zodiac en mitad del océano Antártico. “Las medidas de seguridad son severísimas –subraya–. Nosotros no podemos salir sin el teletubbie: incluso con el traje puesto, si te caes al agua, no duras más de tres minutos”. El teletubbie, el mono de protección (que les da un aspecto de astronautas blanditos) es una armadura eficaz, pero ortopédica: “Y los primeros que muchas veces nos saltamos la seguridad, bajo nuestra propia responsabilidad, somos los científicos: pero claro, yo no puedo manipular con manoplas. Cada vez que volvemos de una salida, voy directo a la sauna”. El Hespérides tiene sauna, sí, además de gimnasio y una pequeña biblioteca. Antonio Tovar prevé volver a la Antártida en la próxima campaña, con un proyecto relacionado con los pingüinos y en el que están implicadas también otras instituciones, aunque está pendiente de cerrar presupuesto.

Bases españolas en la Antártida

Base St. Kliment Ohridski (BG)

Base Dr. Guillermo Mann (CL)

Estación Juan Carlos I (ES)

Base Gabriel

de Castilla (ES)

ISLA

DECEPCIÓN

PENÍNSULA

BYERS

Base Internacional Península Byers (ES)

Base Antártica Decepción (ARG)

0

5

10 km.

Base St. Kliment Ohridski (BG)

Base Dr. Guillermo Mann (CL)

Estación Juan Carlos I (ES)

Base Gabriel

de Castilla (ES)

ISLA

DECEPCIÓN

PENÍNSULA

BYERS

Base Internacional Península Byers (ES)

Base Antártica Decepción (ARG)

10 km.

ISLA LIVINGSTON

Estación

Juan Carlos I

Base

Byers

Base Gabriel

de Castilla

PENÍNSULA

BYERS

ISLA DECEPCIÓN

100 km.

ISLA LIVINGSTON

Estación

Juan Carlos I (ES)

Base Gabriel

de Castilla (ES)

Base Byers (ES)

PENÍNSULA

BYERS

ISLA DECEPCIÓN

Proyección azimutal

de área igual

100 km.

Escenarios y tiempos en
las Shetland del Sur

Las Campañas Antárticas españolas se desarrollan siempre durante el verano austral, de noviembre a marzo –aunque la duración media de los proyectos, sin embargo, rara vez se extiende más allá de un mes–. La de este 2017-2018, que marcaba la XXXI edición, ha acogido un total de 16 propuestas de investigación. Los escenarios principales son tres, el BIO ‘Hespérides’: el único buque de la Armada española diseñado para efectuar investigación científica multidisciplinar en todos los océanos del planeta, y que se encarga de realizar también tareas logísticas; la base Gabriel de Castilla, en Isla Decepción (gestionada por el Ejército de Tierra) y la Base Antártica Española Juan Carlos I (Isla Livingston), gestionada por el CSIC.

Fuente: COMNAP, Instituto Polar Noruego. Imagen satélite: NASA (PROYECTO LIMA) Gráfico: J.A.

Todos los que se han visto implicados en una campaña polar están de acuerdo en decir que la Antártida tiene “un virus”: una vez respiras su atmósfera, quieres volver. “Dormir, ¿para qué? ¿Por qué dormir, pudiendo contemplar todo esto? –recuerda de su primer viaje Juan Antonio Rengel, capitán de fragata y jefe de sección de Hidrografía del IHM–. A esa excitación contribuye también la desorientación que te provocan las noches blancas”. Rengel acaba de regresar de la XXXI Campaña Antártica: una edición que estará marcada siempre por el fallecimiento del investigador y capitán de fragata Javier Montojo. “Ahora estoy bien –comenta escuetamente–. Aunque un accidente de cualquier tipo es lo más común que puede pasar en un barco, que ocurra algo así es algo extremadamente raro. De hecho, es la primera vez que ocurre en todas las campañas que llevamos”.

Foto José Ignacio Romero

Por lo general, al menos la mitad de los científicos relacionados con Cádiz que viajan a la Antártida forman parte del Instituto Hidrográfico: este año, el equipo lo integraban siete personas, más los especialistas externos relacionados con el Proyecto Galileo. El objetivo del HIM Galileo –que cumplió durante esta campaña su tercera edición– es desarrollar un sistema de GPS europeo que actúe de forma independiente a las posibles directrices que puedan afectar al GPS estadounidense –del que se sirven actualmente la práctica totalidad de nuestros móviles–. Algunos modelos de iPhone ya incluyen la localización de Galileo pero la implantación comercial más generalizada del sistema, en una estimación optimista, no se realizará hasta dentro de dos o tres años.

El sistema cuenta con un total de 24 satélites –no todos ellos están operativos todavía– distribuidos en tres órbitas. ¿Por qué se prueba en la Antártida? “El número de satélites disponibles en la zona es mayor porque coinciden los tres planos de influencia –explica Juan Antonio Rengel–. Generalmente, nuestros móviles pillan la señal de cinco satélites; en la Antártida hemos llegado a contabilizar siete”. El sistema Galileo opera tanto en OP (Open Service) como en PRS (Public Regulated Service). Los prototipos de móviles receptores han sido desarrollados por la empresa española BQ y, en esta edición, se ha unido al equipo un ingeniero de telecomunicaciones de GMV –compañía encargada del diseño de sistema–, “que hacía correcciones in situ sobre el software”.

Base Antártica Juan Carlos I

La base española ha estrenado este año nuevas instalaciones que incluyen módulos que duplican su capacidad anterior (pudiendo albergar hasta 50 personas) y espacios disponibles para zonas comunes y laboratorios, con un coste de 16.000 millones de euros.

Vídeo: CSIC

Por la labor inherente a la condición de hidrógrafos, el Instituto Hidrógráfico de la Marina ha estado presente desde el principio de las campañas antárticas españolas. La elaboración de una cartografía de las aguas antárticas cobra cierta urgencia teniendo en cuenta que cada vez hay un mayor tráfico marítimo en la zona –el continente registra ya una media de 25.000 turistas al año– y que tan sólo el 10% de sus mares ha sido cartografiado. “Esto se debe tanto a la inaccesibilidad de algunos puntos como a que el primer interés de los distintos países presentes en la zona es, lógicamente, su área influencia: alrededor de donde tienen las bases”, comenta al respecto Juan Antonio Rengel, que señala también las dificultades de accesibilidad que presenta la navegación antártica: “No hay puertos, ni puntos de atraque, ni playas. Hay que preparar los equipos con muchísima antelación y pensar en qué te puede pasar, y estar preparado”, apunta.

Foto José Ignacio Romero.

Aunque la Antártida revienta todos los límites de la imaginación: uno no puede pensar que una foca leopardo vaya a saltarle a la zodiac. Y sucede. Es un medio que pone a prueba la resistencia, la inventiva y la colaboración entre campos muy distintos. Y luego está, claro, las pasmosa belleza: “No hay nada como la emoción de quien viaja hasta allí por primera vez”, asegura Manuel Berrocoso. Nadie puede resistirse. Nadie se resiste. Y siempre se quiere volver: “Todo científico que haga trabajo de campo mataría por ir a la Antártida –asegura Antonio Tovar–. De hecho, cada vez que sacamos un proyecto, nos vemos desbordados por las solicitudes; cualquier cosa que se te ocurra una vez que conoces el medio, no ha sido estudiada: es territorio virgen”.


EREBO Y TERROR (1839-43) por John Wilson Carmichael. EXPEDICIÓN ENDURANCE (1914–17)

El cuento que
no acaba

La “fallida” expedición de Scott a la Antártida sembró el énfasis en el valor científico del continente, que puede desvelarnos claves ante el proceso de cambio climático

EREBO Y TERROR (1839-43) por John Wilson Carmichael. EXPEDICIÓN ENDURANCE (1914–17)

“Si hablamos de una expedición científica y geográfica, el líder idóneo sería Scott; si se trata de una contrarreloj, la elección sería Amundsen. Pero, en situaciones desesperadas y sin escapatoria, no cambio a Shackleton por nadie”. La declaración abre prácticamente El peor viaje del mundo, el relato de Apsley Cherry-Garrard sobre la segunda expedición de Scott a la Antártida. La frase da muchas de las claves de aquella campaña. El viaje de la expedición inglesa, por ejemplo, era en principio de naturaleza eminentemente científica: Scott se vio metido, de improviso, en una carrera hacia el Polo Sur por un arrebato de Amundsen. Y, ¿dónde estaba Shackleton? Shackleton no estaba: casi muere de escorbuto en la primera incursión de Scott al continente antártico y juró que jamás volvería a viajar a su lado.

Robert Scott, durante su 43 cumpleaños. Foto scott polar research institute

Si uno observa las fotografías de la expedición del Terra Nova, con sus trajes de lana, sus pequeñas celebraciones, sus ponis y trineos mecánicos –sin comentarios–, lo primero que piensa es “¿dónde creen que están? ¿por qué quieren morir?”. “¿Por qué quieren perder?”, habría pensado Amundsen, desde el abrigo de sus pieles de lobo. Lo que ha llegado del mensaje de Scott es un extraño sentido de la delicadeza: ahí está, celebrando su cumpleaños mientras fuera el viento podía superar las rachas de 120 km/hora. Ahí están, haciendo un árbol de Navidad con esquís. ¿Qué mente podía empeñarse, en fin, en un proyecto tan naif como un periódico casero, ilustrado maravillosamente con todos los descubrimientos naturales que iban realizando? Scott desarrolló The South Polar Times con su equipo del Discovery, en 1902; y publicó sus facsímiles a su vuelta a Reino Unido. Continuaría escribiéndose en la segunda expedición –que registra, también, la dolorosa y casi sobrenatural desaparición de los compañeros–.

'The South Polar Times' es el periódico que Scott y su tripulación elaboraron en sus dos viajes a la Antártida

'The South Polar Times' es el periódico que Scott y su tripulación elaboraron en sus dos viajes a la Antártida.

Imaginar cómo tiene que ser vivir en un espacio reducido, rodeado de una naturaleza terrible y bella (¿reiteración?) y experimentado lo más parecido al aislamiento que pueden dar estos tiempos es, cuanto menos, sustancioso: “Si me ponen un vídeo de alguna de las bases o del Hespérides, sé en qué momento de la convivencia están”, asegura el investigador del CSIC Antonio Tovar. Como en Gran Hermano, la convivencia estrecha y limitada produce ciclos: “El ambiente suele ser distendido porque estás obligado a convivir”. Desde la UCA, Manuel Berrocoso apunta que quien vaya a la Antártida no puede ser una persona conflictiva: “Este año, el propio Ministerio ya ha empezado a hacer cursos de adaptación, pero nosotros siempre los hemos hecho. Es curioso –continúa– que lo que no solemos hacer sea actividades que aíslen: ver películas o cosas así. Siempre que se tiene algo de tiempo libre, se va a la sala a unirse a la conversación”. El tiempo, dice, pasa rápido: el trabajo de campo consume muchas horas y mucho esfuerzo, y cuando la meteorología lo impide, hay un montón de datos que ordenar y analizar.

Foto: Manuel Berrocoso

La incursión fallida de Robert Scott no sólo traería de vuelta más de 40.000 especímenes y fijaría, por ejemplo, el inicio de la glaciología, sino que contagiaría el sentido de la maravilla por lo que habían encontrado. Scott, que se quejaba de la falta de interés de los gobiernos cuando no había una recompensa inmediata, se alegraría de ver que existe algo como el Tratado Antártico, que protege el continente de cualquier explotación o reclamación territorial. De momento: “Hay que estar donde la política internacional lo requiera –apunta el capitán de fragata Juan Antonio Rengel–. No es extraño pensar que, cuando los recursos se agoten en el resto del planeta, todos vayamos a por la Antártida”.

FOTO: ANTONIO TOVAR

Por el momento, los efectos del cambio climático no tienen unos titulares tan espectaculares en el hemisferio sur como en el Ártico. “Y menos mal – añade Antonio Tovar–. La Antártida recoge el 70% del agua dulce de todo el mundo: la alteración de uno o dos grados en la temperatura aquí apenas es perceptible: no es así cuando hablamos de hielo”. El escenario de la Antártida es valioso no sólo en sí mismo, sino como campo para la experimentación: en un mundo que va hacia condiciones climáticas cada vez más extremas, los organismos que responden a situaciones límite de estrés pueden desvelarnos muchas claves: “Y también hay espacio para discurrir formas de contrarrestar los peligros”, añade Tovar, recordando un proyecto en el que estuvo implicado el CSIC que estudiaba la opción de “fertilizar” con hierro zonas del océano para promover el crecimiento de fitoplancton (que actuaría de barrera ante las emisiones de CO2): “A la vez, habría que añadir otros componentes para permitir su crecimiento completo. Y no podemos prever qué sucedería luego”.

No funcionó pero, ¿y si lo hubiera hecho? En ello estamos.